Un conservador debe tener las siguientes características:
Debe ser de amplio espectro: es decir que tenga actividad contra hongos filamentosos, contra levaduras y bacterias.
Debe ser eficiente a bajas concentraciones: se reduce la posibilidad de causar irritación u otros problemas de toxicidad.
Deben ser solubles: en agua o en aceite, para que sea funcional agregarlo en cualquier fase de la formulación, ya sea la acuosa o la oleosa.
Sin problemas de estabilidad: en el producto terminado debe ser completamente estable, es decir que no sufra hidrólisis, oxidación u otra reacción que provoque desestabilidad.
Deben tener un rango de pH amplio: por eso se recomienda revisar las características de cada conservador según la fórmula que se esté desarrollando para trabajar con el conservador más conveniente según el pH de la formulación.
Debe ser incoloro e inodoro: para que el conservador no de a la formulación un diferente aroma o color.
NOTA: no hay que confundir el uso de un conservador con el de un antioxidante, ya que el primero trabaja inhibiendo el crecimiento microbiano y el segundo actúa inhibiendo la oxidación, las características de una oxidación son el cambio de color y el olor característico a “rancio”.